La gente de Ashkavor se agolpaba alrededor de la plaza del templo, ansiosa por presenciar la ascensión de su nuevo guardián, para estar cerca de aquel hombre mientras vinculaba sus almas con la de él. Pero a medida que sus pinceladas finales golpeaban la piedra rúnica y se forjaba el vínculo de un nuevo Ascendido, todos, incluso aquellos que se habían quedado en sus hogares, pudieron sentir que algo había salido terriblemente mal.





Él supo al instante cuál era la causa. Las gotas de sangre divina que había usado para amplificar la potencia de sus tinteros, en su lugar, los habían contaminado, y el poder del hechizo vinculante que había lanzado ahora amenazaba con consumirlo. La tinta corrompida subió serpenteando desde la piedra rúnica, siguió por el mango de su pincel, y rápidamente tomó control de sus manos. Desde ahí se extendió vorazmente. Una vez que alcanzó el rostro y la boca, Grimstroke no podría haber gritado, incluso si hubiese querido.





Toda su vida meditó sobre la forma de alcanzar poderes cada vez mayores superando el límite impuesto por sus maestros, lo que lo llevó al punto de romper la sagrada prohibición de alterar las tintas. Cuando tuvo la fuente del vínculo Ascendido a su alcance, sintió el poder atravesando su alma de una forma inimaginable. Habría alcanzado su mayor triunfo, si tan solo pudiera sobrevivir.





Sacó fortaleza del poder del vínculo, para rechazar el flujo de tinta corrompida. Un gran gemido resonó en el aire: el grito colectivo de su pueblo. Algunos se tambalearon. Los más débiles se desmayaron. Muchos intentaron escapar. Grimstroke sacaba aún más fuerzas de lo más profundo de su linaje, pero no fue suficiente para detener la marea de tinta.





Solo cuando el aliento en los pulmones comenzó a fallarle y la oscuridad del tintero lo envolvió por completo, encontró la salida. El vínculo que había hecho con el pueblo de Ashkavor, su gente, estaba destinado a ser utilizado solo para proteger a su pueblo, pero fluía en ambas direcciones.





Con una oleada final de fuerza, esta vez dirigida por algo más que un simple rechazo ciego, empujó el torrente de tinta hacia el mismo vínculo.





Lentamente, sintió que la marea retrocedía... y oyó los horribles lamentos de su gente, mientras la corrupción a su vez se apoderaba de ellos. Cuando por fin la tinta cedió, un mundo distinto apareció ante sus ojos. El pueblo de Ashkavor, como él lo conocía, había desaparecido. Hasta la última alma se había transformado en una sombra terrorífica de su antiguo ser, compuesta, no por sangre y hueso, sino, únicamente, por tinta viscosa y contaminada.